domingo, 24 de febrero de 2013

Argentina Campeón del Mundo 1978

 


Argentina 3 Holanda 1 Mundial de Fútbol 1978 

   ¿Se acuerdan de ésto? ¡Quién podría olvidarlo! Argentina 3-Holanda 1 ¡Argentina Campeón del Mundo 1978! ¡Y la alegría y la emoción que nos inundaba la garganta! Fue una tarde inolvidable. Fuimos a recorrer las calles empapados de barullos y festejos, de cantos y pirotecnia. ¡Saltábamos abrazados de no se quien! Pero qué importaba. Seguro que éra argentino y éso bastaba...Celeste y blanco por todas partes. En los balcones, en las banderas de los autos, en los gorros, pintados en la cara, en las paredes de las casas, en la ropa interior...¡en el alma!. Éra la primera vez que podíamos elevar ése grito al cielo. Éra la primera vez que podíamos sentirnos, realmente superiores. Éra la primera vez que se hablaba de nosotros en todo el Mundo y merced a un logro legítimo, admirable...Éra la primera que levantaban nuestros ídolos un trofeo codiciado por todos los países del orbe. ¡Éra la Gloria y nadie podía, ni quería sustraerse! Éra impostergable, la cosa! No se podía dejar para otro momento.
  Después vino el análisis de los mas "pensantes". Que no éra momento para festejar ya que estábamos atravesando uno de los momentos difíciles de nuestra historia como país. Que las víctimas de ésas circunstancias reclamaban un poco mas de prudencia y recato en la algarabía. Que el sistema de Gobierno no admitía semejante alborozo. Y otras objeciones.

  Es digno y noble reconocer que las cosas estaban muy complicadas por aquéllos tiempos. Un panorama bastante obscuro se cernía sobre la Argentina.
   Pero el espíritu de cada argentino exigía un oasis de frescura y alegría para embriagarse con el antídoto que permitiera seguir poniendo el pecho a aquéllas adversidades. Para seguir levantando la frente a pesar de todo. Para seguir esperanzados en una mañana con sol a pleno. Para seguir latiendo con la sangre a borbotones.
   En el medio de la guerra mas cruenta y salvaje se permite el amor sin cuestionamientos. En medio de la metralla que mata y mutila se permite la pasión sin límites. Enfrente de un velatorio se festeja la llegada de un niño. Se celebra con alegría una unión matrimonial en medio del desastre de un terremoto.
   Es que el alma, en su desarrollo natural, necesita de ésas expresiones límites. Cara y cruz de la vida. Fuego y lluvia. Invierno y verano. Noche y luz.
  ¡Y ésa tarde se hizo la luz que nos igualó a todos! Todos sentíamos igual. Todos teníamos el mismo color, el mismo sentimiento, la misma calentura. ¡Éra la borrachera esperada y anhelada por el paisanaje urgente de lujuria! Y éso nos marcó para siempre. Nos dijo que estábamos dispuesto, tanto, para el horror como para la fiesta. Y éso es bueno saberlo...!

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