jueves, 28 de febrero de 2013

Trotamundos

  Vagabundear éra la ambición única, o casi única, que empapaba el espíritu jóven de aquéllos dias. Rodar por el mundo con la ilusión permitida y la guitarra en ristre suponía que a la vuelta de la esquina nos acechaba la suerte con nombre de mujer. Pero tenía que haber, aunque sea, un solo testigo que acreditara nuestra odisea o peligraba sériamente nuestra versión, ambiciosa de un buen posicionamiento en el interior del grupo.

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